Esa muchacha
Poesía, 80 páginas
Ediciones Del Boulevard
Poesía, 80 páginas
Ediciones Del Boulevard
Prólogo de José Luis Thomas
Asumir la responsabilidad de prologar el libro de un autor con mucha obra publicada, es más que el análisis del mismo, involucra conocer la génesis de toda su creación. Considero que a lo largo de la vida un escritor escribe un solo libro. Dice de diferente maneras y variadas técnicas todo lo que necesita expresar a partir de su cosmovisión.
Elige para cada ocasión un tema que desarrolla urdiendo el entramado de palabras que dirimen frente al lector y por qué no a través de él, la respuesta a sus interrogantes, que tal vez nunca conozca y por eso ha de seguir escribiendo.
La obra de Norberto García Yudé nace de la internalización de un sentido fatalmente poético de la vida, más allá de la realidad misma; es decir encuentra en la ficción un modo de reinterpretar la realidad, pero sin caer en el límite de lo increíble. Tanto su narrativa como su obra poética recorta la silueta de lo posible a la que le insufla ese toque de irrealidad. Como la vida misma traspasa las fronteras de los reinos, sin atreverse a morar en uno de ellos porque sabe que en el juego mismo de ir de uno al otro está el equilibrio que da certeza.
Esa muchacha, define un estilo marcadamente certero en este deambular por las emociones y los apasionados laberintos del ser de carne y alma.
El formato de poesía le sienta bien a su histrionismo poético. No podríamos disfrutar de cada uno de los temas que encara si no fuera a través del efímero trazado de los versos. En ellos Yudé sopesa con mucha solvencia, que denota oficio, no sólo inspiración, la fuerza dramática y por momentos épica con la levedad de la razón enfrentada a todos los misterios, encauzada desde la compulsa de deseos y sentimientos arrasadores.
No es fácil hablar del amor, ser original, creativo y lograrlo, siendo un tema tan tratado y maltratado a lo largo de la historia humana. Es por cierto uno de los estados del alma y el cuerpo más conocidos y desconocidos al mismo tiempo, que lleva a los seres por pasajes de luz y sombra, arrastrándolos del cielo al infierno y viceversa.
Encontrar la propia voz para nombrar al amor, al deseo, a la lujuria y al casto beso, es un trabajo que demanda haber vivido. Significa que antes del verso estuvo la gracia de alegrarse y sufrir con el amor en carne propia.
No hay en todo el libro experiencias prestadas, sólo fatales convicciones. Y al decirlo así se podría pensar que se habla de un amor razonado, digerido desde la mesura analítica, pero no, justamente la belleza de todo el libro, reside en esa virulencia que no da paso a lo correcto sino que se expone con total crudeza.
Es esta última apreciación la huella que se imprime en toda la obra del autor y por la que sus lectores podrán transitar disfrutando de un estilo personal y afiatado. En todos sus libros tanto de narrativa como de poesía, ronda la vida con sus exhuberancias.
En sus cuentos nos sorprende con finales inesperados y muchas veces abruptos que nos dejan al borde de insospechados sentimientos. Se podría decir que no escribe para pasar el tiempo ni para entretener a los lectores sino para sacudirlos del letargo de las propias certezas. No es que quiera cambiarnos, nos muestra otra cara; nos empuja hacia fronteras donde se ponen en evidencias aspectos y apetencias humanas de lo más cotidianas o deformaciones sociales en las que estamos inmersos y por las que nos dejamos arrastrar.
Es conciso para escribir; no deja hendijas; no hace lugar a la palabra por la palabra misma; no le interesa regodearse en la frase o detenerse en su ampulosidad, pasa con y por el lenguaje como si estuviera tejiendo una pieza cuya estructura predeterminada va a definirla; es decir teje dos mangas, no tres o cuatro porque tiene hilo.
Es destacable la capacidad estética para encuadrar sus temas dentro del marco de la austeridad.
Por momentos cae una y otra vez sobre una idea afirmándola y reafirmándola; la nombra y describe de diferentes maneras, la califica repetidamente sin caer en la peligrosidad del ripio. Sabe manejar la insistencia bocabularia desde el interior del sentido y los acentos que cada palabra conlleva a fin de dar ritmo y cadencia al verso.
En un comienzo hablé de oficio, porque es justamente ese trabajoso camino entre palabras el que subraya lo neto y la esencia que permite a una obra sostenerse por su propio peso.
Todos sus prologuistas de libros anteriores, escritores de la talla de Oscar Herme Villordo, María Esther de Miguel o José Isaacson, coinciden en esta visión de su oficio donde salta a la vista la sencillez y la justeza para decir, que sólo se logra cuando escribir es parte de la vida misma, a la que se suma la búsqueda constante de sustancia a través de la lectura y el trabajo a destajo con la palabra.
¿Cómo construye sus versos García Yudé? Lo primero que uno comprende es que le vienen desde el fondo mismo de su ser. No se duda ante la resuelta contundencia de sus imágenes y ha plagado de insomnio /mis ojeras enfermas, quien no capta la voracidad del amor ante esos versos que tiñen de violeta toda posible liviandad.
El poeta se entrega, atado de pies y manos porque no puede dejar de decir que el amor lo redefine una y otra vez.
Y no nos deja dudas al decir Voy a abrazarte/ con los brazos dorados/ de las Santa Rita/ fragantes de mi infancia.
Los recuerdos que evoca convocan los múltiples reflejos del amor desencadenado en nosotros.
Por esto decía antes que hay vida en su poesía, en toda su obra; más allá de la fantasía que pueda imponer a su decir
no cabe duda que Yudé ha trajinado cada día de su vida, cargando los mandatos de la sangre y como dijera en un poema de su libro Signos Vitales , Mi padre y el padre de mi padre,y el padre del padre de mi padre… aludiendo a esta urgencia que en él se concreta de todas las apetencias de vida de su antecesores.
Dice: Amanece/ mi amante duerme/ en las orillas de sus labios/ emerge el sol resplandeciente… Y contiene toda la belleza del amor nuevo, del amor sin tropiezos, del amor que aún no ha sudado la similitud de los días.
Porque el autor sabe también que el amor se nos muere por dentro/ como un imaginario viajante solitario… Es toda esta capacidad de ver desde adentro que lo hace tan creíble; que convierte la malla poética en una elastizada zona donde caben todos los juegos ilusorios del amor.
Y pasa de un ambiente a otro para dejar en la huella némica una imagen que más allá de la visión sea capaz de llenarnos de perfumes Traía olor a leña en las caderas/ en la boca y los ojos un desapego… Cambia el paisaje, los personajes, la noción de amar y se cuela sin nombrar la tierra y sus dones, con un final que reafirma la pasión y el sentido de lo efímero …más no me bastó el río/ para extinguir la hoguera.
La poesía es parte de la vida. Hay que saber encontrarla. Los poetas, andan con ella a cuestas y tienen la capacidad de revelarnoslá, pero no es tarea sencilla, la verdadera poesía es escurridiza y se necesita talento para encadenarla.
Yudé retiene el aliento poético a lo largo de todo el libro en un ritmo cadencioso y articulado de manera tal que cada una de las muchachas que dan nombre al libro, contonean sus caderas y percuten una sensualidad particular. Su hombre las convoca para que se desnuden. La deja expuestas sin más tapujos que la palabra volátil.
La densidad estética sostiene la esencia invisible de lo poético. García Yudé trabaja desde la perspectiva de quien define los contornos sin trazar la línea, sólo marcando los juegos de luces y sombras. No hay un dibujo previo; es toda una impronta que salta y se fija como una explosión que transfigura: Cuando me dijo adiós/sólo quedaba entre los dos la insoportable/ mesa de café/ y un par de tazas/ vacías/frías/ frías como su mirada. Cada verso, corto y llano, registra la impresión de esa escena glacial.
La riqueza de su decir sabe que ha de basarse también en la belleza de algún deseo imaginario, que no alcanza a definir y que se le escapa de la tangible finitud de la piel: Tal vez/ simplemente te imaginé/ tan bella y lejana con ardua/ rigidez de estatua/…
Sin abandonar la delicadeza del amante solícito, ronda toda la atmósfera del libro una fuerza contenida y hasta una especie de apasionamiento irracional: Te busqué con la furia atormentada/ con que matan las aves de rapiña/ y destrozan las fieras a sus víctimas/ te estrujé entre mis brazos poderosos/ hasta extraer toda la sangre que tuvieras/
… En el logradísimo Placeres solitarios, el poeta abre el surco de otro nivel de entrega: todo pasó muy pronto/ verano y humo lejano sabor del alcanfor/ ella se marchó / y retornaron los placeres solitarios.
Es notorio la multiplicidad de imágenes que evocan colores sabores y perfumes recreando atmósferas propiciatorias y el légamo nostálgico donde se guardan los amores pasados.
Por momentos la belleza clásica sobrepasa toda posible interpretación para abrirnos a todos los descubrimientos: Susurros soterrados en la noche inviolable/ socorren a los grandes olvidados… Hay belleza que trasciende la necesidad de definir; y la poesía es justamente lo que nos expresa sin nombrar.
Y como en sus cuentos no puede abandonar el vicio de la ironía y hasta el humor negro como en Caramelos de menta.
O en Sopa al final dice: El cucharón/ hizo una carraspera de rigor/ en la sopera.
En su deambular por las pasiones y las blanquecinas penumbras de las sábanas se encuentra consigo mismo o con una parte de sí o con uno de los nombres del mal ese Belphegor que ronda sus cavilaciones:…me sacrifica/estoy inmolado/ en una dimensión/ que enloquece los sentidos/…
Casi sobre el final del libro hay un subtitulado que dice …Y las otras, como si éstas no fueran tan suyas como las anteriores. Parece alejarse para mirar desde afuera, aunque no deja de estar siempre adentro de su propia espesura: …que quedé enamorado como nunca/ sólo yo pude ver a la poesía bañándose desnuda…
Es este un libro que abarca el espectro femenino y lo esgrime en todas sus facetas: La madre del soldado/ llora vacía en la marea/ se atormenta vencida/ cuestiona su destino/ y ruega a Dios/ sobre una lápida tan fría/ que no tiene respuesta.
Y en Julia la colorada, poema que propone un ritmo y una solvencia singular, el poeta redime a la mujer del amor que sabe amar y la trae desde París como si deseara entronizarla en la ciudad luz, donde puede vibrar el amor sin ser destituido por los pacatos.
Así de poema en poema se deambula por una galería de imágenes y palabras que nos remiten a la sublimidad del amor más allá de toda desdicha, de toda discriminación: Surgida del centro de la tierra/ allá/ en Lesbos.
Norberto García Yudé, entrega un libro trabajado con ahínco y apasionado sentido poético. La unidad temática densifica la sustancia que sostiene el logro formal y estético.
Es en suma un homenaje al amor cuya belleza lírica, abarca toda exaltación y todo éxtasis.
Elige para cada ocasión un tema que desarrolla urdiendo el entramado de palabras que dirimen frente al lector y por qué no a través de él, la respuesta a sus interrogantes, que tal vez nunca conozca y por eso ha de seguir escribiendo.
La obra de Norberto García Yudé nace de la internalización de un sentido fatalmente poético de la vida, más allá de la realidad misma; es decir encuentra en la ficción un modo de reinterpretar la realidad, pero sin caer en el límite de lo increíble. Tanto su narrativa como su obra poética recorta la silueta de lo posible a la que le insufla ese toque de irrealidad. Como la vida misma traspasa las fronteras de los reinos, sin atreverse a morar en uno de ellos porque sabe que en el juego mismo de ir de uno al otro está el equilibrio que da certeza.
Esa muchacha, define un estilo marcadamente certero en este deambular por las emociones y los apasionados laberintos del ser de carne y alma.
El formato de poesía le sienta bien a su histrionismo poético. No podríamos disfrutar de cada uno de los temas que encara si no fuera a través del efímero trazado de los versos. En ellos Yudé sopesa con mucha solvencia, que denota oficio, no sólo inspiración, la fuerza dramática y por momentos épica con la levedad de la razón enfrentada a todos los misterios, encauzada desde la compulsa de deseos y sentimientos arrasadores.
No es fácil hablar del amor, ser original, creativo y lograrlo, siendo un tema tan tratado y maltratado a lo largo de la historia humana. Es por cierto uno de los estados del alma y el cuerpo más conocidos y desconocidos al mismo tiempo, que lleva a los seres por pasajes de luz y sombra, arrastrándolos del cielo al infierno y viceversa.
Encontrar la propia voz para nombrar al amor, al deseo, a la lujuria y al casto beso, es un trabajo que demanda haber vivido. Significa que antes del verso estuvo la gracia de alegrarse y sufrir con el amor en carne propia.
No hay en todo el libro experiencias prestadas, sólo fatales convicciones. Y al decirlo así se podría pensar que se habla de un amor razonado, digerido desde la mesura analítica, pero no, justamente la belleza de todo el libro, reside en esa virulencia que no da paso a lo correcto sino que se expone con total crudeza.
Es esta última apreciación la huella que se imprime en toda la obra del autor y por la que sus lectores podrán transitar disfrutando de un estilo personal y afiatado. En todos sus libros tanto de narrativa como de poesía, ronda la vida con sus exhuberancias.
En sus cuentos nos sorprende con finales inesperados y muchas veces abruptos que nos dejan al borde de insospechados sentimientos. Se podría decir que no escribe para pasar el tiempo ni para entretener a los lectores sino para sacudirlos del letargo de las propias certezas. No es que quiera cambiarnos, nos muestra otra cara; nos empuja hacia fronteras donde se ponen en evidencias aspectos y apetencias humanas de lo más cotidianas o deformaciones sociales en las que estamos inmersos y por las que nos dejamos arrastrar.
Es conciso para escribir; no deja hendijas; no hace lugar a la palabra por la palabra misma; no le interesa regodearse en la frase o detenerse en su ampulosidad, pasa con y por el lenguaje como si estuviera tejiendo una pieza cuya estructura predeterminada va a definirla; es decir teje dos mangas, no tres o cuatro porque tiene hilo.
Es destacable la capacidad estética para encuadrar sus temas dentro del marco de la austeridad.
Por momentos cae una y otra vez sobre una idea afirmándola y reafirmándola; la nombra y describe de diferentes maneras, la califica repetidamente sin caer en la peligrosidad del ripio. Sabe manejar la insistencia bocabularia desde el interior del sentido y los acentos que cada palabra conlleva a fin de dar ritmo y cadencia al verso.
En un comienzo hablé de oficio, porque es justamente ese trabajoso camino entre palabras el que subraya lo neto y la esencia que permite a una obra sostenerse por su propio peso.
Todos sus prologuistas de libros anteriores, escritores de la talla de Oscar Herme Villordo, María Esther de Miguel o José Isaacson, coinciden en esta visión de su oficio donde salta a la vista la sencillez y la justeza para decir, que sólo se logra cuando escribir es parte de la vida misma, a la que se suma la búsqueda constante de sustancia a través de la lectura y el trabajo a destajo con la palabra.
¿Cómo construye sus versos García Yudé? Lo primero que uno comprende es que le vienen desde el fondo mismo de su ser. No se duda ante la resuelta contundencia de sus imágenes y ha plagado de insomnio /mis ojeras enfermas, quien no capta la voracidad del amor ante esos versos que tiñen de violeta toda posible liviandad.
El poeta se entrega, atado de pies y manos porque no puede dejar de decir que el amor lo redefine una y otra vez.
Y no nos deja dudas al decir Voy a abrazarte/ con los brazos dorados/ de las Santa Rita/ fragantes de mi infancia.
Los recuerdos que evoca convocan los múltiples reflejos del amor desencadenado en nosotros.
Por esto decía antes que hay vida en su poesía, en toda su obra; más allá de la fantasía que pueda imponer a su decir
no cabe duda que Yudé ha trajinado cada día de su vida, cargando los mandatos de la sangre y como dijera en un poema de su libro Signos Vitales , Mi padre y el padre de mi padre,y el padre del padre de mi padre… aludiendo a esta urgencia que en él se concreta de todas las apetencias de vida de su antecesores.
Dice: Amanece/ mi amante duerme/ en las orillas de sus labios/ emerge el sol resplandeciente… Y contiene toda la belleza del amor nuevo, del amor sin tropiezos, del amor que aún no ha sudado la similitud de los días.
Porque el autor sabe también que el amor se nos muere por dentro/ como un imaginario viajante solitario… Es toda esta capacidad de ver desde adentro que lo hace tan creíble; que convierte la malla poética en una elastizada zona donde caben todos los juegos ilusorios del amor.
Y pasa de un ambiente a otro para dejar en la huella némica una imagen que más allá de la visión sea capaz de llenarnos de perfumes Traía olor a leña en las caderas/ en la boca y los ojos un desapego… Cambia el paisaje, los personajes, la noción de amar y se cuela sin nombrar la tierra y sus dones, con un final que reafirma la pasión y el sentido de lo efímero …más no me bastó el río/ para extinguir la hoguera.
La poesía es parte de la vida. Hay que saber encontrarla. Los poetas, andan con ella a cuestas y tienen la capacidad de revelarnoslá, pero no es tarea sencilla, la verdadera poesía es escurridiza y se necesita talento para encadenarla.
Yudé retiene el aliento poético a lo largo de todo el libro en un ritmo cadencioso y articulado de manera tal que cada una de las muchachas que dan nombre al libro, contonean sus caderas y percuten una sensualidad particular. Su hombre las convoca para que se desnuden. La deja expuestas sin más tapujos que la palabra volátil.
La densidad estética sostiene la esencia invisible de lo poético. García Yudé trabaja desde la perspectiva de quien define los contornos sin trazar la línea, sólo marcando los juegos de luces y sombras. No hay un dibujo previo; es toda una impronta que salta y se fija como una explosión que transfigura: Cuando me dijo adiós/sólo quedaba entre los dos la insoportable/ mesa de café/ y un par de tazas/ vacías/frías/ frías como su mirada. Cada verso, corto y llano, registra la impresión de esa escena glacial.
La riqueza de su decir sabe que ha de basarse también en la belleza de algún deseo imaginario, que no alcanza a definir y que se le escapa de la tangible finitud de la piel: Tal vez/ simplemente te imaginé/ tan bella y lejana con ardua/ rigidez de estatua/…
Sin abandonar la delicadeza del amante solícito, ronda toda la atmósfera del libro una fuerza contenida y hasta una especie de apasionamiento irracional: Te busqué con la furia atormentada/ con que matan las aves de rapiña/ y destrozan las fieras a sus víctimas/ te estrujé entre mis brazos poderosos/ hasta extraer toda la sangre que tuvieras/
… En el logradísimo Placeres solitarios, el poeta abre el surco de otro nivel de entrega: todo pasó muy pronto/ verano y humo lejano sabor del alcanfor/ ella se marchó / y retornaron los placeres solitarios.
Es notorio la multiplicidad de imágenes que evocan colores sabores y perfumes recreando atmósferas propiciatorias y el légamo nostálgico donde se guardan los amores pasados.
Por momentos la belleza clásica sobrepasa toda posible interpretación para abrirnos a todos los descubrimientos: Susurros soterrados en la noche inviolable/ socorren a los grandes olvidados… Hay belleza que trasciende la necesidad de definir; y la poesía es justamente lo que nos expresa sin nombrar.
Y como en sus cuentos no puede abandonar el vicio de la ironía y hasta el humor negro como en Caramelos de menta.
O en Sopa al final dice: El cucharón/ hizo una carraspera de rigor/ en la sopera.
En su deambular por las pasiones y las blanquecinas penumbras de las sábanas se encuentra consigo mismo o con una parte de sí o con uno de los nombres del mal ese Belphegor que ronda sus cavilaciones:…me sacrifica/estoy inmolado/ en una dimensión/ que enloquece los sentidos/…
Casi sobre el final del libro hay un subtitulado que dice …Y las otras, como si éstas no fueran tan suyas como las anteriores. Parece alejarse para mirar desde afuera, aunque no deja de estar siempre adentro de su propia espesura: …que quedé enamorado como nunca/ sólo yo pude ver a la poesía bañándose desnuda…
Es este un libro que abarca el espectro femenino y lo esgrime en todas sus facetas: La madre del soldado/ llora vacía en la marea/ se atormenta vencida/ cuestiona su destino/ y ruega a Dios/ sobre una lápida tan fría/ que no tiene respuesta.
Y en Julia la colorada, poema que propone un ritmo y una solvencia singular, el poeta redime a la mujer del amor que sabe amar y la trae desde París como si deseara entronizarla en la ciudad luz, donde puede vibrar el amor sin ser destituido por los pacatos.
Así de poema en poema se deambula por una galería de imágenes y palabras que nos remiten a la sublimidad del amor más allá de toda desdicha, de toda discriminación: Surgida del centro de la tierra/ allá/ en Lesbos.
Norberto García Yudé, entrega un libro trabajado con ahínco y apasionado sentido poético. La unidad temática densifica la sustancia que sostiene el logro formal y estético.
Es en suma un homenaje al amor cuya belleza lírica, abarca toda exaltación y todo éxtasis.
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