lunes, 23 de noviembre de 2009

Norberto García Yudé y su libro Lucero... Arbol


Lucero…árbol
Poesía, 72 páginas
Pirca Ediciones

Prólogo por Alberto M. Pereyra

Dámaso Alonso autoridad crítica de la Literatura Española, dijo alguna vez “El poema es un nexo entre dos misterios: el de la poesía y el del lector. Luego de leer en profundidad esta nueva obra de Norberto García Yudé, que ha titulado “Lucero...árbol...”, veo que el primordial elemento para ese nexo, está lanzado, el de la poesía y estoy seguro que el nexo lector, cerrará el misterio del poema con toda la majestuosidad de la palabra: “ Vio volar el pájaro en la brisa distraída // hacia el atardecer impávido, casi encima del sol...”
Norberto, con este trabajo, muestra un singular lenguaje con el que sobrevuela toda la composición y que escapa a lo común, extrayendo un contexto no habitual en sus anteriores creaciones literarias.
Hay en él un oculto sentido de la nostalgia que por si solo requiere un uso especial de metáforas e imágenes: “Lucero..., árbol..., dos brazos leales // de mi cuerpo que abarcan // la llanura infinita de mi alma y acompañan mis senderos”.
Además no puedo dejar pasar la tiernas figuras que pueblan sus poemas: “Mi árbol está allí mirando el cielo // a brazo partido con las nubes // de cara al sol y las estrellas...” con esto podemos pensar que este ejemplo de sensibilidad es a la vez una exaltación y una nítida remembranza, también consecuencia de nuestra tradición cultural o es el fruto de mirar al pasado tan usado en la lírica castellana.
Todos los temas del libro se mueven en una conjunción de duplas, “sangre-savia”. “carne-madera”, “raiz-libertad”, etc. que quizás para algunos sea temático o se trate de una manía del autor que puede rozar los límites de lo trivial, tal vez sea así, pero lo simple está manejado con un conocimiento y un dominio tal del poema, que lo que indudablemente roza es la fibra íntima de la emoción: “Yo digo // hermano Lucero // hermano árbol // Francisco es el hermano de todo el universo // amor y piedad son sus razones...”.
Tal vez la imagen de Lucero y su dueño, nos traiga reminiscencia del Quijote y Rocinante, del Cid y Babieca, de Alejandro y Bucéfalo, pero lo que se rescata es la dulzura de Platero de Juan Ramón Jiménez.
Promediando el brillante desfile de versos sencillos y resonantes que atrapa con su cuidada elaboración lírica y alguna disimulada rima asonante, aparecen una variedad de cantos a lo formal, a lo cotidiano, a lo sentimental: “ Si la viera // si mamá la viera // tan parecida // tan igual a ella”, que consiguen mantener una gran coherencia interna, facilitando el disfrute de esta nueva propuesta de Norberto, al servicio de una pasión poética pura.
Los lectores encontrarán evidentes implicaciones de preceptiva y de manejo de la retórica que ha conseguido una composición vivencial que late con fuerza a lo largo de todo el libro, aunque sin dudas el autor sólo busca la belleza del poema.
Agregaré por último que en todo el libro siempre existe una determinada evocación que nos conmueve, en este caso el árbol y Lucero, tienen mucho que ver referencial y remotamente con la dialéctica que se impone entre el autor y el libro, dos referen-cias que han estado especialmente presentes.
Por todo esto y parafraseando a Paúl Auster rescato: “Nos convertimos en lo que somos, pero seguimos siendo lo que éramos, a pesar de los años”. Y Norberto con esta obra lo confirma.



Contratapa de José Luis Thomas

Ante la tremenda sensación de vacío que paradógicamente produce el mundo actual, globalizado y consumista, donde se crea la ilusión de que hay de todo para todos; García Yudé, perplejo ante el desarraigo de todo lo humano del corazón del hombre, que lo lleva a decir —no salgas, no hay nadie afuera— reordena su noción de estar vivo y sensible en un diálogo sin precedentes con su caballo y con su árbol. Esos dos seres que son parte de la vida que expresamos con un yo que divide y parcela, le permiten recuperar el sentido y las fronteras indivisas, para reinstalar en su conciencia el sentido profundo de la vida y el amor. Lucero y el árbol, testigos mudos de la locura del ser humano, inducen en el alma del poeta versos que van más allá, mucho más allá de cualquier elucubración intelectual, para despertar un sentido crítico salido de las entrañas de sentir la existencia en su totalidad. García Yudé, siguiendo la huella de su estilo diáfano y sencillo se funde en revelaciones que acallan los murmullos del conocimiento prosaico, para dar de lleno en el corazón donde habita el silencio creador que no tiene palabras y sólo sabe amar. Lucero, árbol… es un libro cuya significación elude todos los ismos, convirtiendo en poesía pura, hermosa y simple toda posible metafísica donde el alma busque su sentido de ser.

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