Fue sólo una callejera amarga del desamparo
pero me hundí cada noche a quemarme
en su carne de fuego y su sierpe de arena
enjugando el dolor hasta olvidar mis huesos
Era sola y muy dulce y su llanto y la pena
le inundaban los ojos empapados de ojeras
con enormes destierros
por eso y mucho más no sentí la herida
cuando ella me dejo y no sé si gocé
o si ella alguna vez gozó
Era alta y morena con muy anchas caderas
y envolvía a los hombres
con su carne de fuego y su sierpe de arena
y esa voz suya… tan tierna
Era sola y yo solo solos los dos
aunque yo fuera un tonto y ella una callejera.
De mi libro: “Esa muchacha”
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